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sábado, 11 de junio de 2011

El gato de Schrodinger y los números imaginarios


Hay quienes piensan que los resultados de la mecánica cuántica deben ser tomados literalmente, incluyendo la idea de “universos paralelos”

¿El gato está o no está?
¿PODRÍA UNA DECISIÓN TRIVIAL ser toda la diferencia del mundo? ¿Por cada  encrucijada en el camino, se dividirá el universo  en dos versiones de sí mismo: uno donde nunca elegimos dicha sentencia, y otro donde sí? Algunos físicos piensan que, al menos en el extraño mundo de la mecánica cuántica, esto pudiera ocurrir.

La mecánica cuántica nació hace casi un siglo para explicar una serie de fenómenos que ocurren en el mundo mucho más diminuto que el de los átomos. Aún cuando fue uno de sus creadores, Einstein no quedó contento con el rumbo que tomó el nuevo dominio. Werner Heisenberg, por ejemplo, demostró que una partícula como el electrón no permitiría conocer su posición y su velocidad al mismo tiempo (se podía establecer a una de las dos, pero nunca a ambas)  Einstein ideó por lo tanto una serie de paradojas rompiendo con dicho principio. “Dios no juega a los dados”, masculló.

A pesar de los embates del genio, la mecánica cuántica persistió. Precisamente porque muchos de sus resultados dependen de meras probabilidades se han creado experimentos mentales demostrando el extraño y paradójico mundo digo de Lewis Caroll. Uno de los más famosos es  llamado  “el gato de Schrödinger”, ideado por el físico Erwin Schrodinger:


En él, un gato encerrado en un ingenioso artilugio cuántico (ver gráfico) muere o no, dependiendo de la probabilidad de que una partícula golpee un contador geiger, la cual es para este caso de un cincuenta y cincuenta.  

El mecanismo que matará -o no- al gato se activa en el momento de abrir la puerta. ¿Cuál es la situación del gato justo en ese momento? ¿Está el gato medio vivo, o se encuentra medio muerto?

El sentido común nos dice que el gato está vivo o no. Para algunos físicos la solución es la de que el gato efectivamente murió…, y efectivamente vivió, todo depende el universo en el cual nos tocó vivir a partir de ese momento.

Según este punto de vista, el universo se divide en dos cada vez que un acontecimiento cuántico del tipo ocurre. En un universo, la partícula tomó una determinada dirección y mató al gato, en el otro, el corpúsculo flotó  hacia otro sitio, y el animal vivió para lamer sus patas un día más.

Acontecimientos cuánticos como estos ocurren todo el tiempo. Siguiendo esta lógica, un número infinito de universos paralelos se generarían continuamente. Todo esto alienta mucho a la imaginación. ¿Pero será algo más que ecuaciones en un papel? Evidentemente, salvo las tiras cómicas y novelas de ciencia ficción, no hay evidencia de tal cosa como un universo parelelo. Podrían nos ser más reales que los números imaginarios, números con cuadrados negativos.


Para personas como el filósofo Martin Gardner, conclusiones como estas muestran el peligro de ir demasiado lejos en las cosas que las matemáticas nos quieren decir. Mientras la idea de los universos paralelos sirva como una herramienta para entender las complejidades de la mecánica cuántica, la matemática claramente cumple su cometido. Sin embargo, al llevarlos mucho más lejos de su cometido inicial, entonces quizás nos estamos distrayendo con las herramientas de trabajo. En este mundo, donde libros y películas quieren convencernos de que toda posibilidad extrema es posible si agitamos los mágicos influjos de la mecánica cuántica, más vale no perder el piso de vista.


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